Montse Juvé
L'Eco de Sitges - Els sons de l’origen en la pintura de Waltraud Maczassek (2004)

La pintora penedesenca expone la metamorfosis de que “habla” su obra en la Sala de Arte Maragall de Barcelona hasta este fin de semana.

Hasta este fin de semana se podrá visitar la exposición de pinturas que Waltraud Maczassek ha realizado en la Sala de Arte Maragall de Barcelona. En esta muestra en la Rambla de Cataluña se pone de manifiesto la consolidación de la trayectoria pictórica de Maczassek.

La pintora penedesenca es consciente que su obra ha dado un giro radical de un tiempo hasta hora, especialmente desde que finalizó la licenciatura en Bellas artes en la Universidad de Barcelona. Y es sobre todo, a partir del 2000, que ha traído su trabajo pictórico hacia un terreno de sugestividad conceptual arraigado tanto en la experiencia sensible del paisaje como en las poéticas de cariz esencialista. También, desde comienzos de esta década Waltraud Maczassek ha efectuado un gran número de exposiciones individuales y colectivas que prueban que el cambio no ha sido sólo en el plan cualitativo, sino también en el cuantitativo. Wiesbaden, París, Oslo o Reos, Vilafranca, Sitges y Barcelona son algunos de los escenarios donde Maczassek ha expuesto últimamente.

Materia informe
La exposición que este otoño se ha presentado en la Sala de Arte Maragall trae por título El sonido del origen. Coherente con su línea de trabajo, Maczassek expone una veintena de piezas de grande y mediano formato en que el denominador común es el cambio y la energía que lo promueve. El cambio o la metamorfosis de que “habla” su pintura es el de la materia primera: el de las aguas y la tierra; o quizás fuera aquel que se opera en un universo primigenio donde apenas hay nada, porque todo se está formando.

Las piezas de Waltraud Maczassek están ejecutadas con temple, con carácter, como si brotaran de los lugares más ocultos del pensamiento o de entrañas deshabitadas de razón, pero que la pintora envuelve con un discurso estético en qué algunos de los conceptos claves son sensibilidad, naturaleza, origen, espíritu. Y es que el dinamismo cósmico que ella representa vuelve a tocar más el espíritu que no la materia. Así, estas telas de tonalidades frías, de manchas regalimosas y de pastas gruesas exudan una sensación de emergencia y, a la vez, de disolución. Porque los espacios pintados ahora parecen nacer en medio de un caldo informe, ahora parecen diluirse en una inercia que los trae a desaparecer. Siempre, y cuando, arrastran con su fuerza cualquier indicio de forma completada. Su energía inestable y fluyente desdibuja los límites del espacio conocido y nos evoca a uno a-topos. De hecho, Waltraud Maczassek crea territorios sin referentes espaciales o temporales: son desiertos de niebla, parajes gélidos que extienden por todas partes su blanco, charcos de agua sin contenedor posible. Y toda esta materia informe se precipita verso un abismo intuido, grieta interna de la naturaleza y también del alma.

Elementos en movimiento y espacios infinitos
Junto a esta pintura pintada en gerundio (la forma verbal que denota una acción continuada), Maczassek expone también una serie de obras mucho más reposadas, más racionales y más construidas intencionadamente. Son una serie de collages, realizados con tiras rectangulares de diferentes papeles y dónde, a menudo, se incluyen elementos cartográficos. En este caso, nos encontramos más claramente ante paisajes abstractos que recuerdan los surcos de tierra y la orden de los campos a vuelo de pájaro.

Con todo, la mirada de quien visita la Sala Maragall queda salpicada de vapores, aguas y vientos devoradores de cielo y tierra. Fenómenos que deshacen aquello superfluo y crean la forma porque sólo permanezca aquello esencial: una materia-que-se está-haciendo. Uno de los más grandes críticos del arte moderno escribía a propósito de la pintura de William Turner: “El espacio es extensión infinita, animada por la agitación de grandes fuerzas cósmicas, de tal manera que las cosas se ven rodeadas en remolinos de aire y de luz y acaban siendo reabsorbidas y destruidas en el ritmo del movimiento universal”. A pesar de que la pintura del artista romántico inglés no puede (ni tiene que compararse) con la de Waltraud Maczassek, la obra de esta penedesenca de origen alemán no se encuentra lejos de una apreciación romántica del paisaje, en que se plantea cuál tiene que ser la actitud del hombre ante la naturaleza.

 
 


     

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