Josep M. Cadena
El Periódico de Catalunya (2007)

Aunque nacida en Frankfurt y de familia alemana, como pintora Waltraud Maczassek es hija de los paisajes del Penedès y del Garraf. Con ellos ha logrado la mayor plasmación de su sensibilidad; primero con tanteos impresionistas, expresionistas y aun cubistas, pues buscaba su dicción más propia, pero desde hace años con la integración de la vibración de la luz en el afán de la tierra por dar frutos. Su paisajismo no parte de la representación de lo visto, sino de lo sentido y luego proyectado con voluntad de hacerlo representativo de ese agradecido regreso de lo matérico hacia el impulso que fue su razón de ser.

Hasta el 30 de Septiembre, en las amplias y bién dispuestas salas del piso superior del edificio Miramar de Sitges, Waltraud Maczassek expone un amplio número de obras. La mayoría, realizadas en grandes formatos, son recientes, aunque presenta algunas de años anteriores hasta llegar a representaciones de sus primera obras y a una serie de grabados. Un excelente catálogo en el que Francesc Miralles estudia la obra de la artista, y en el que colaboran Jordi Baijet, alcalde de Sitges y la escritora Carme Riera, completa la muestra.

La pintora establece que el paisaje es, en esencia, un valor moral y ético, un concepto de vida en que cada persona siente que no puede dejar de estar relacionada con otras. Cierto que en algunos de sus cuadros se puede advertir lo individual de las sensaciones a través del caer de su cascada, el vapor de agua y la niebla, la curva amable de unas montañas y la presencia humana a través de signos que recuerdan las primeras inscripciones sobre el transcurrir de la vida, pero lo que trasciende es que a partir de lo más cercano resulta factible – yo diría que es imprescindible – insertarse en la inmensidad de la global existencia en la que participamos todos. Y al hacerlo no anulamos lo propio, sino que lo enriquecemos. Y con la pintura de Waltraud Maczassek puede conseguirse.