Montse Juvé
el 3 de vuit (septiembre - 2009)

La pintura llena de paradojas de Waltraud Maczassek
Definición: “Mi pintura está llena de paradojas porque es un reflejo de mi ser”
Muestra: La galería Ágora de Sitges expone pinturas y fotografías hasta el 10 de octubre

Waltraud Maczassek inauguró, el 11 de septiembre, una exposición de fotografía y pintura en la galería Ágora de Sitges. Las obras que ahora cuelgan a la esquina del paseo de Ribera y la calle Nueva parecen haber sido realizadas expresamente para el lugar donde son mostradas y para el tiempo en qué serán expuestas.

Desde el interior de la galería Ágora se percibe el olor salino del mar, el rumor del oleaje, el chasquido del agua que se abate continuadamente contra las rocas de la cabeza de Sitges. También se siente la luz de otoño y la circulación de la brisa que disipa calimas y aclara la atmósfera. Todos estos ingredientes sensacionales también se congregan en el interior de los cuadros que Maczassek expone a la entrada de Ágora.

La expresión de la paradoja
Una de las piezas que primero reclama la mirada, sea por su colocación o por su fuerza, es Evolución: Una demasiado informe de materia y de oscuridad encima la cual lucha, para ensancharse, una mancha de luz albicante. Se trata de una mancha de luz inmensa sobre un escenario oscuro. Es el estallido de una oleada furiosa sobre la opacidad de la roca, o bien un viento que proviene de un mar antiguo con ganas de disolver la atmósfera pesada que lo rodea. Incluso, se puede tratar de una mancha que pregona los salabres que cambian el gusto o que anuncian alquímicas transformaciones de la materia.

Dice Maczassek que Evolución es una de las obras que más estima de la exposición. No porque sea mejor, más importante ni más significativa que el resto, sino porque se concentra –en grande mide- la intención de su trabajo.

“Cuando pinto –declara Maczassek- quiero reunir elementos opuestos en un mismo lienzo. Quiero poner de lado el caos y la orden, la demasía y la forma, el azar y la estructura, la luz y la obscuridad, el espeso y el claro, el movimiento y la quietud, el espontáneo y el racional... la naturaleza y la cultura, los otros y lo yo. Mi pintura no se puede entender sin este diálogo ni sin estas paradojas. De hecho, todo mi último trabajo está lleno de paradojas, en el sentido que contiene conceptos antagónicos que expresan de manera contradictoria un enunciado verdadero. La verdad minúscula que yo quiero expresar es la eternidad del cambio, la transformación, la evolución.”

La manifestación del cambio
Después de licenciarse en Bellas artes en la Universidad de Barcelona, Waltraud Maczassek forzó su pintura a emprender un nuevo camino. Hacía muchos años que pintaba. Desde que llegó a Cataluña, le gustaba acercarse a las viñas con el propósito de obtener aquello que consideraba esencial. La viña era el vínculo entre su familia, su afección y sus obligaciones laborales. Aun así, el tema del paisaje vitícola era una excusa pictórica para poder reproducir instantes únicos y para traducir cromáticamente los cambios de la naturaleza. Maczassek se sentía atraída por la fuerza de la ruralidad y por el afán humano de transformar el entorno. Hoy, este interés no ha desaparecido lo más mínimo de su obra. Cuando menos, el paso por la Universidad influyó decisivamente en la forma de representar esta inclinación.

El nuevo camino de la pintura de Waltraud Maczassek ha dejado atrás la reproducción de lo visible para acercarse a la expresión del invisible, el lenguaje figurativo ha derivado en abstracto, la exuberancia de detalles ha dejado a la contención formal y ha permitido el estallido gestual. A la vez, el orden y la cultura escenificadas en los paisajes de viña han sido transmutadas por el ímpetu. Al acabar su carrera universitaria, la pintora empezó a expresar su yo más profundo encima de telas, papeles y negativos.

“El hecho de vivir durante muchos años en el campo me ha marcado profundamente –dice Maczassek. Este hecho, también, ha influido mucho en mi actividad artística. Ponemos un ejemplo: Cuando una persona es sensible, no puede dejar de conmoverse al ver un almendro florido. Esto pasa a principio de primavera, pero cuando pasa en invierno todavía puede ser más crudo. Es un signo de cambio. Es un signo de transformación, entre muchos otros que observamos en la naturaleza. Todavía hay muchos otros que son ínfimos e inapreciables.

Precisamente, son estos los que más atraen mi mirada y mi espíritu... Unos años acá, procuraba expresar estos pequeños cambios a través de pinceles. Ahora, ya no me interesan los detalles. Quiero expresarlos sin florituras... de la manera más mínima, y con toda la voluntad de concentrarme en lo esencial.