Teresa Costa-Gramunt
Escritora

El pasado 9 de agosto (2007) se inauguró en el edificio Miramar de Sitges una exposición de pinturas de Waltraud Maczassek, que se podrá visitar hasta el 30 de septiembre. Se trata de un extenso recorrido pictórico de la artista de origen alemán que hace tantos años que está vinculada a las tierras del Penedès, i también a Sitges. En una cincuentena de obras se nos presenta un trayecto que va desde la figuración hasta la abstracción, sobre todo del paisaje.

La “figuración” no siempre es la estricta concreción del objeto pintado. Ni la “abstracción” –o conceptualización- tampoco tienen que ser una entelequia, sino que también puede ser una realidad “figurada”: imaginada, o distorsionada. I es que “la realidad”, como concepto absoluto, es el todo inaprensible sin la subjetividad perceptiva. El arte más “figurativo”, más “objetivo”, no representa toda la figuración posible. De la misma manera que el arte “abstracto” o el “conceptual” tampoco no dejan de ser un “tomar una forma”, por más irreal que esta parezca. En este mismo contexto, razonar, comentar una obra de arte también es un hecho “figurado”, poco o muy subjetivo. El arte es polisémico: La obra contiene en si misma diversas interpretaciones. Una obra es rica y preserva su aura de misterio – qué sería de la creación artística sin el halo de misterio! –cuando no se deja atrapar por una sola interpretación, cosa que la convertiría más en un “objeto” que en un “sujeto”.

Patinir –impresionando la exposición de este artista del XVI estos días al Museo de Prado- fue el creador de la autonomía del paisaje pictórico en los inicios de la modernidad. A partir de él, los diferentes artistas empezaron a expresar, a través de la pintura del paisaje, sus propias ideas sobre la naturaleza –tan misteriosa-, ya sea considerándola como espejo del alma, ya sea en ella misma como objeto a representar.

Ya tenemos, pues, dos opiniones: la naturaleza en ella misma, es decir, externa al artista-observador, y la naturaleza interiorizada por el artista, que se expresa en un paisaje imaginado, figurado, producto de la fantasía, o del ánimo, o de una vibración emocional... Pero todavía puede haber un tercer camino para la plasmación artística del paisaje: una fructífera simbiosis entre la impresión y la expresión, entre el externo y el interno, entre el más o el menos figurativo y el más o menos figurado...

Las últimas pinturas de Waltraud Maczassek, unos paisajes poéticamente gestuales en tantos momentos, parece que quieran ir por este camino de síntesis. Por un lado, el artista se apresura a captar el respiro o la potencia de la naturaleza que la toma, y a la vez esta naturaleza se constituye en imagen o proyección de su propio respiro y potencia interior.

Un cuadro sería una simple representación si no fuera por un pulso que lo proyecta más allá. Se trata de una vibración que sitúa la obra allá de su estricta materialidad, de una vibración que imanta la obra artística. En cuanto que representación, pues, nos podemos quedar en la simple estética superficial. Pero también, y gracias a una seducción, a un llamamiento que sale del interior de la misma obra, los que contemplamos una obra de arte podemos dejarnos encontrar por la realidad oculta que pertenece a lo intangible que está en el origen de determinadas obras.

En pinturas como Fluir, Espacios imaginarios, Infinitas distancias o Reflejos de Waltraud Maczassek (todas realizadas el 2007) nos viene a encontrar esta energía oculta. Es una energía inmaterial que se hace visible en la vibración pictórica que además de visual casi resulta táctil, sonora y olfativa, y que nos sacude con su fuerza, con su luz. Estas y otras teles expuestas son instantáneas de unas fluctuaciones vivas. Estas pinturas sin forma específica son como el mundo antes de concretarse (naturaleza en estadio primordial), y a la vez que plasman el proceso de la creación cuando la energía era todavía materia sin forma reflejan un misterio: la inteligencia, y la emoción del artista en el acto mismo de la creación.