Un artista es aquel ser humano que ve más que el común de los mortales y sobre todo, es aquél que se pregunta sobre el sentido de las cosas y la razón –o no- de nuestro estar en el mundo. Waltraud Maczassek se interroga sobre lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, un tema que ocupo a numerosos artistas del siglo XX. Algunos tan grandes como Malevich, Kandinsky o Miró. Los descubrimientos de la física, en efecto, posibilitaron la visión de las células ofreciéndonos unas imágenes de gran belleza, mientras por otro lado se investigaba el espacio sideral y se imaginaban los viajes interplanetarios. Waltraud, fascinada por los libros de medicina como Kandinsky lo estuvo con los tratados de embriología, percibe y representa las similitudes entre algunas formas de planetas y ciertas imágenes de células, que ofrecen una apariencia circular y con pequeños “cráteres” en su interior.

A estos macro y microcosmos se añaden unos paisajes sumamente norteños, oscuros, románticos: nos baña la luz lunar, tocamos una materia que evoca el nacimiento del universo, el origen de todas las cosas o bien que evoca la tierra empapada de agua, el invierno y sus nieblas. Me vienen a la mente tanto Munch como Tàpies: la tradición septentrional.

Victoria Combalía Dexeus
Crítica de arte