|
El Sonido del Origen
El arte siempre ha tratado de dar respuesta al interrogante
que encarnaba su propia relación con la naturaleza. La
célebre paradoja en la que no se sabe si la pintura del
quattrocento representa el paisaje toscano o, por el
contrario éste imita a las obras maestras renacentistas es,
en realidad, una paradoja tan antigua como el mismo arte.
El mejor arte desea ser naturaleza con tanta pasión como
desea reconocerse en algo distinto, quizá otra piel, quizá
otra entraña. Otra naturaleza, servidora, continuadora o
exaltadora de aquella originaria. No hay artista auténtico
que no goce o no sufra al vivir esta tensión, y que no
reconozca su trabajo como un camino de retorno a un origen
del que desconoce casi todo.
En el mejor de los casos no es un camino que se bifurque en un sendero figurativo y otro abstracto. Deberíamos olvidar
de una vez este antagonismo para recordar que el desafío
fascinante del artista es la metamorfosis: el viaje por las
formas, el hilo invisible que cose los tiempos y los
mundos.
Me gusta en la pintura de Waltraud Maczassek su devoción
por la metamorfosis. Ella parece buscar la vida oculta de
la naturaleza con el |
|
propósito, acertado, de encontrar las
regiones posibles para el arte. Su pintura quiere ver la
existencia desde esta perspectiva interior en la que se
desvanecen las fronteras con que el ojo puramente
utilitario separa las cosas y los elementos. En esta vida
oculta que Waltraud investiga la casa o la ciudad no están
alejados de la tierra profunda, del mismo modo en que una
gota de agua contiene cien estrellas.
Esta intuición de la metamorfosis fomenta la disolución de
límites que hace tan atractiva la pintura de Waltraud
Maczassek. Al contemplar sus obras se nos sugiere que la
naturaleza late de una manera que hay que descubrir
lentamente. Es, por así decirlo, una pintura que escucha
con infinita paciencia esos latidos que luego, transformados en voces de colores, llegan a nosotros con
una admirable delicadeza y elegancia. Y también finalmente
podremos intuir que, al fondo de esas voces, yace el sonido
del origen.
Rafael Argullol
Escritor y filósofo |
|
|
La pintura de Waltraut Maczassek es una expresión vital y artística de su relación con la naturaleza, sobre todo con el Penedés, territorio que conoce bien y siente profundamente. Sus cuadros lo han plasmado en repetidas ocasiones y alestiguan la huella emocional que ese paisaje ha dejado en ella. De ese paso se nutre su obra, trabajada, como la tierra, a fuerza de estratos, de capas de materia y acrílico. La artista se expresa mediante lenguaje abstracto, en ocasiones gestual como rasgo de su propia implicación física. Pero, con plena libertad creadora, no soslaya, cuando el cuadro lo requiere, ciertas alusiones más o menos veladas, a algunos elementos concretos de la realidad, meras presencias capturadas no ya directamente del paisaje, sino de la memoria, de las emociones que guarda de él...
|
|
Los colores de la tierra, los grises, los blancos matizados, los azules y sus distintas tonalidades - en las telas inspiradas en la orografia primigenia de Islandia - dominan en la obra de talante evocativo y dicción cada vez más esencial de Waltraut Maczassek. Una pintura lírica, de tempo sosegado y mirada intensa a la naturaleza, a sus continuos, aunque a veces apenas percebibles cambios..., a esa fuerza renovadora, fuente de vida con la que ella se identifica. Un sentimiento que traslada a sus cuadros de forma metafórica después de haberlo filtrado por el intelecto porqué, más allá de la emoción, el terreno de la artista es el de la pintura. Y en él labra su camino.
Olga Spiegel |
|